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Desde la aurora del 2021

Si queréis que las instituciones se conserven ilesas, haced que las creencias se desvanezcan sin cesar.

G. K. Chesterton. Ortodoxia.

Estamos viviendo el tercer trimestre de 2021… y el Mundo anhela cambios, persigue ideales de transformación, como el hombre, como todas las personas que viven en él. Todos buscan en lo otro…, incluso en el otro, el motivo del cambio y, la mayoría de las veces, el cambio mismo. Como siempre, se piensan que la felicidad, la libertad, el amor o la gloria les ha de llegar desde fuera, que son los demás quienes han de concedérselas… Así pasarán otro año en balde, llenándolo de ausencias, para morir un poco más con los últimos rayos de ese falso sol.

Indudable es que si miramos fuera de nosotros pocos motivos encontramos en este Mundo para seguir caminándolo, ilusionados por un mañana mejor: la falta de respeto que los hombres tienen por la vida, sobre todo por la vida de los mismos hombres, es tan abrumadora que difícilmente podemos llamarnos inteligentes. Principalmente es abrumador el inmenso desprecio con el que nos tratamos a nosotros mismos: nuestro ser vive inmerso en una pesadilla cuyo creador somos cada uno de nosotros.

Los que más y los que menos siguen autolesionándose…, muy pocos hay que, habiéndose dado cuenta de ello, se lanzan al azaroso peregrinaje del perdón, para llegar a conquistar el auténtico amor a uno mismo. Indudablemente, antes debieran haberse conocido, pues nadie ama lo que no conoce… Y así, olvidan que la libertad, el amor o la gloria viene de dentro, nunca de fuera… Y así no entiende que la felicidad es un estado que pertenece al ser, y no al tener. La mayoría de las veces, lo único que hace falta para comenzar el camino es un cambio de actitud.

Desde Los Ritmos, del Siglo XXI, queremos confiar nuestras palabras a los hombres de buena voluntad –a los otros que les vayan dando mucho por peteneras, o que pasen lista de una vez–, esos hombres que cada día se levantan con la mirada ilusionada, el alma en vilo y el corazón en carne viva. Quien no esté dispuesto a sufrir, jamás llegará a amar de veras; y el secreto de esta vida está en saber exprimirse a fondo para alcanzar la revolución a la que cada uno está llamado. Una revolución que no es otra más que conocerse, para poder aceptarse y así superar toda miseria. Al fin y al cabo, todos hemos de dar con el Dios que habita en nosotros, en la profundas raíces de nuestra vida y en la eterna locura de nuestra esperanza. Al fin y al cabo esta es nuestra fe: Dios se hizo hombre para que el hombre sea Dios. A esto los cristianos le llaman Navidad.

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