woman looking at sunset

A Miriam, la fortaleza nunca estuvo en los otros, sino en tus abrazos.

En el extremo del mundo, allá donde la tierra llega a su término, se dieron cita desde tiempos inmemoriales todos los tipos de hombres y culturas que han ido existiendo hasta el día de hoy. Y es normal que así suceda, el hombre siempre ha querido llegar al Más Allá. Curiosamente, en ese lugar –que los griegos llamaban Hespérida y los Romanos Hispania– también se dieron los más increíbles descubrimientos del Más Acá. Hoy en día, esto ha llegado a su punto álgido y en la Finisterrae han comenzado a unirse los dos Más, el de Allá y el de Acá. Y lo primero que hemos descubierto es que los diablos han comenzado a andar entre nosotros, algunos son ángeles caídos y otros son humanos ascendidos así mismos a ese, según creen ellos, rango. Lo segundo es la cantidad de mierda que flota en el ambiente. Pero no es día hoy de comentar lo primero o lo segundo, hoy es mejor hablar de lo tercero: los héroes.

Cuando vivir se hace duro, unos arriman el hombro y otros ponen la mano. Unos sólo opinan y otros se forman de verdad. Unos llenan el aire con sus inservibles palabras y otros lo escuchan, lo abrazan y fecundan la tierra. Unos se tumban a la bartola en busca del pelotazo y otros siembran, y riegan y esperan con las manos en el trabajo y el corazón en sus hijos. Cuando la tormenta llega y la guerra estalla lo extraordinario se hace norma, y conoces a las personas que valen y se quedan, y a las que huyen.

Quizá el bien no sea noticia, quizá sólo el morbo llene toda clase de panfletos, pero los únicos que mantienen el mundo unido son aquellos de los que nunca se habla, los que siempre están cuando se les necesita, esos que han entendido la grandeza del ser humano, de cada una de las personas que vivimos en el mundo, y no se dejan arrastrar por modas pasajeras, por sentimientos baratos, por promesas enanas y mentiras gigantes. Ellos son los que marcan la diferencia y el resto envidia e intenta aniquilar.

Puede que muchos de estos héroes recen todos los días…, o puede que no; pero lo cierto es que bien saben ellos que el cariño se muestra, no se demuestra, que la fe se vive, no se predica, que el amor es libre y gratis, ni se compra ni se vende, y mucho menos se utiliza como bandera, pancarta o slogan publicitario. Son los que han entendido que la vida duele, que trabajar cuesta y que amar merece la pena. No van con la Espada de Damocles esperando a quién destrozar con su lengua viperina y sus modales de burdel.

Cuando los cálidos rayos del sol se hayan alejado para siempre y de nosotros no quede ni el recuerdo, la herencia de estos héroes aún permanecerá vívida en la memoria de los pueblos, pues gracias a ellos aún existirán pueblos sobre la tierra. Y por mucho que otras gentes nos hagan pensar que la felicidad se encuentra en las paridas que sueltan por su boca o en los utensilios que quieren que acumulemos, o en los absurdos títulos que nos intentan obligar a cosechar…, hace tiempo que descubrimos que la felicidad está en nosotros, que es nuestro punto de partida y no nuestra meta, que alguien sólo da lo que tiene y si podemos sonreír es porque en lo más profundo de nuestro ser somos felices, y siempre deberíamos querer ser fieles a nuestra grandeza.

Pero esto es otra historia, y ha de ser contada en otro momento.

La bondad no hace tan felices a los hombres como la felicidad les hace buenos.
Walter Savage Landor

Un comentario en «Finisterre»

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