photograph of a burning fire

Cuando estoy ardiendo quiero arrasarlo todo, como todos -supongo-, salvo con una diferencia, ese todo soy yo.

Pienso en mi historia, en lo que de ella he vivido, y me asombra el denominador común que tiene. Hace tiempo que me di cuenta de ello. Y no por eso me deja de asombrar.

Es la historia de un Padre, que siempre buscaba y cuidaba a su hijo. Es la historia de un hijo, perdido entre las sombras del universo, asediado por los vacíos egoístas del mundo, torturado por aquellos por quienes se suponía ser querido… más cuyos te quiero eran profundamente sucios… Es la historia de un hijo que miraba ilusionado cada una de las pinceladas de su Padre, sintiéndole en ellas. Y eso le calmaba… sólo eso.

Desde recién nacido supo que esta vida no sería nada fácil, esta parte de la historia de sí mismo -aventura a veces, pesadilla otras- sólo se entendería como una peregrinación, una peregrinación libre hasta llegar a Él.

Las personas de este mundo se empeñan en asumir identidades profundamente heridas para intentar dar sentido a sus vidas, vidas que se perdieron entre sentimientos, dudas y dolor; vidas que se aíran en sus propuestas ufanas creyendo que alcanzarán su bien, su meta, su fin…, lo suyo.

Las personas de este mundo solo ven lo suyo, quieren ser los más ricos del cementerio, los más conocidos entre los cipreses del mundo, los más ilustres en el santuario de las estatuas grises e inmóviles de las ciudades que pisaron, los fundadores que marcaron el destino de su familia… Y en la celda donde les entierran se puede leer: yo me hice a mí mismo.

Mi historia, sin embargo, no habla de mí, sino de Él. Mi historia es un tapiz que cosieron otras manos, que pensaron otros labios, que imaginaron otros ojos. Mi historia sugiere escalofríos en cada uno de sus días, porque cada uno de sus días fueron fuego, aun siendo perseguido, aun autodestruido, ese fuego que surge de uno mismo y todo lo quiere arrasar.

Y como siempre estuve ardiendo, y aún sigo, cada vez queda menos de lo que no soy, cada vez veo más a quien me hizo. Ese fuego ha de arrasarlo todo, todo lo falso, lo incierto, lo que vuelve confusa la vida. Sólo así todo volverá a ser nuevo. No volverá a lo que fue, por mucho que era, sino a lo que es. Ayer nunca será el mañana, ni un futuro descubierto por el mundo lo será. Mañana es hoy, después de arder.

Ese día ya no habrá muerte: todos habrán cruzado ese río. Ese día la realidad habrá superado al mundo. Ese día el Amor será el sentido, la cuna y la cultura. Ese día podré abrazarle… y me calmaré, ya no habrá que seguir ardiendo, seremos agua que todo fertiliza, seremos música que todo hace nacer, seremos luz y haremos brillar el Universo en nuestros ojos.

Mi Padre siempre quiso que trabajase con Él en esto de la renovación. Y con Él trabajo con el yo que tengo, aun ardiendo.

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