
Os trasladamos la conferencia que don Javier Gil de Sagredo Garicano impartió en el Mirabal International School el Día de la Paz.
Aparentemente, ambos vocablos serían fáciles de definir con arreglo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española o, en su defecto, a lo prescrito en Wikipedia. Sin embargo, no todo es tan sencillo si queremos comprender su esencia desde un punto de vista práctico adaptado a la realidad de nuestros días. Por ello, voy a centrar más la charla como una reflexión general de dichos vocablos en lugar de adentrarnos en los conceptos y divagaciones doctrinales a cerca de los mismos, que nos llevaría a un repaso de siglos antes de Cristo con maestros como Platón, Sócrates, Aristóteles, hasta nuestros días –por cierto, recomiendo la lectura de los clásicos porque, aunque no lo creías, están en plena vigencia a los efectos de lo que vamos a tratar y de otros muchos tipos de planteamientos vigentes en la actualidad.
LA JUSTICIA
Su definición o contenido en el actual mundo global no deberíamos circunscribirlo a uno solo de sus múltiples orígenes, como es el caso de la civilización romana, de gran influencia en el mundo occidental, en la cual el insigne jurista romano Ulpiano la definió como “la voluntad constante de conceder a cada uno su derecho”, y, como veremos más adelante, los derechos no son tan universales como se nos hace creer, por cuanto que en función del territorio, raza, religión o cultura de los distintos grupos humanos, así será la procedencia de la justicia y la paz.
Popularmente, la justicia se representa a través de la estatua de una mujer con los ojos vendados y una balanza en sus manos atribuible a la diosa griega de la justicia Themis.
El hecho de tener los ojos vendados no es más que una manera de expresar que la justicia es ciega y, por tanto, no se decanta o favorece a unos en contra de otros. La abalanza es la representación del equilibrio para administrar la justicia… –hoy día muy cuestionable en cualquier cultura o territorio.
Es un concepto difícil de poner en práctica al 100% y, mucho menos, de universalizarlo –por más que organismos internacionales como la ONU lo deseen.
Desde que el hombre es hombre y decidió vivir de manera gregaria, necesariamente tuvo que dotarse de normas en base a unos principios generales, que unos autores dicen que son de derecho natural y otros que son consecuencia de un consenso alcanzado en el propio grupo por propia necesidad para sobrevivir.
Sea como fuere, lo cierto y verdadero es que, si queremos entender la justicia, debemos poner en íntima relación con ella la legalidad, la equidad y la libertad, ya que sin ellas no es posible la justicia bien entendida.
Teniendo en cuenta lo anterior, los distintos grupos que se formaron en el devenir de los tiempos tuvieron que dotarse de unas normas en base a unos principios básicos de convivencia con lo que, dependiendo del lugar de residencia, raza, etnia, familia, costumbres o religión, la justicia y la paz se entenderán de forma muy diversa de manera que, lo que es bueno para unos no lo es para otros, haciendo por tanto que la convivencia inter grupos sea muy complicada, hasta el punto de haber provocado a lo largo de los siglos innumerables guerras bien por necesidad de más territorio para expandirse, bien por principios religiosos, bien por mera conquista para mayor gloria y poder del más fuerte.
El caso es que la justicia y la paz desde aquellos tiempos siempre han estado y están amenazadas.
Cierto es que debieran existir unos principios universales en los que la justicia se asentara a nivel global para todas las culturas como pueden ser, entre otros, “la equidad”, “la libertad” o “la Legalidad”. Sin embargo, estos básicos principios se ven profundamente alterados dependiendo de la instrumentalización que de ellos han hecho y hacen todavía algunas religiones o el poder civil en distintas partes del mundo.
Como novedad, en estos momentos y en algunas civilizaciones o grupos humanos, en su afán de ser más modernos que nadie, se mancillan aquellos principios en base a una nueva religión llamada consumo y bienestar social.
Todos sabemos que existen diversas formas de entender la justicia, como puede ser a través de la ética, la filosofía, la religión, el derecho; o sus funcionalidades como distributiva, retributiva, fiscal, etc…
Bien, como no es el caso, ni el momento ni el lugar, creo que sería interesante, a los efectos de la presente charla práctica, tratar la justicia y la paz desde dos perspectivas, a saber, la social y la individual.
JUSTICIA SOCIAL
Si cada grupo social fuertemente vinculado a su tierra, costumbres o religión, se dota para su convivencia y supervivencia de una serie de principios diferentes entre unos y otros sobre lo que es bueno o malo, de los que se derivarán las normas (leyes) por las que regirse, podréis fácilmente deducir lo difícil y complicado que resulta la convivencia inter grupos de manera que, lo que para los españoles es justo, para la cultura Maorí de las islas del Pacífico Sur es lo contrario. Lo mismo ocurriría con la cultura cristiana frente a la musulmana, como con otras muchas que habitan la tierra.
Históricamente, la justicia ha estado y todavía está en algunas culturas fuertemente vinculada a la religión de manera que, a través de principios religiosos se ha impuesto una determinada forma de entender la justicia que ha servido y sirve para tener controlada a la sociedad y por ende al individuo.
De la misma manera, el poder civil, poco a poco, ha ido suplantado a la religión con los mismos fines de control de la población en aquellas sociedades en las que lo religioso se ha quedado para la orientación espiritual de aquellas personas que libremente quieren ser atendidas en lo espiritual.
Lo cierto es que quien ostenta el poder en cada momento intenta implementar su justicia que en ocasiones, más de las deseadas, transgrede abiertamente los principios básicos de aquella.
Hoy día, podíamos pensar que con tanta tecnología y progreso el ser humano estaría más protegido de cara al respeto de los principios básicos de la justicia. Sin embargo, y pese a la gran tecnología y progreso que disfrutamos, la realidad es que se sigue haciendo lo mismo que se venía practicando históricamente desde la noche de los tiempos, que no es más que el control de los individuos a través de los grupos sociales.
Comprender en la actualidad la justicia social representa un ejercicio maquiavélico solo apto para políticos de casta y grupos de poder, sean estos religiosos o no. Al final, todos quieren lo mismo, que nos es más que cercenar la libertad individual de las personas; lucha esta, por otro lado, tan antigua como el ser humano y de la que solo el poder alcanza pequeñas victorias.
Como he dicho anteriormente, la justicia no la podemos comprender sin la legalidad pero ¿qué es la legalidad?.
La legalidad es el conjunto de normas (leyes) que el poder ejecutivo (gobierno) y judicial (jueces) aplican y administran a los ciudadanos de un grupo sobre la base de las leyes redactadas y aprobadas en el parlamento (legislativo).
Claro que esta definición solo es aplicable a los países que viven en democracia y, aún así, podremos observar grandes abusos en cualquiera de los tres poderes mencionados y en cualquiera de las democracias que conocemos. Lo que ocurre es aquello que decía el adagio “dentro de lo malo, es lo mejor o menos malo”.
Si pensamos en países dictatoriales, hoy día llamados populistas, donde a pesar de tener parlamento y tribunales se hace lo que diga el dictador/populista, fácilmente convendremos que allí no existirá más justicia social que la que Dictador quiera.
Por tanto, si vais a salir al extranjero el día de mañana debéis pensar que lo que es justo en España necesariamente no tiene por qué ser así en el país donde vayáis a residir. Así qué, viajar sí pero información previa y prudencia en las actuaciones siempre. Por otro lado, no todo lo que es justo es legal y viceversa, no todo lo que es legal es justo. Pongamos unos ejemplos –antes de nada debo decir que son opiniones estrictamente personales en uso de mi libertad de manifestar lo que pienso.
En España existen 100.000 leyes entre nacionales y autonómicas, y el párrafo 1º del art, 6 del Código Civil dice “La ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento”. Quiere esto decir que si cometéis alguna infracción no podréis alegar que no conocíais la ley. Entonces, ¿tenemos que conocer todas las leyes? La respuesta es sencilla: NO. Por tanto, es legal la sanción por la infracción pero es injusta.
Hoy día, con la crisis económica en la que vivimos consecuencia de la pandemia –Covid19– es de sobra conocido que su impacto en las empresas es tremendo, máximo en aquellas pequeñas o medianas, incluidos los autónomos; de manera que, sin facturar o facturando menos de la mitad de lo anterior a la pandemia, desde el poder ejecutivo se les prohíbe despedir empleados o presentar concursos de acreedores –procedimiento judicial para aminorar deudas o aplazar deudas– en los Tribunales, mientras los gastos siguen produciéndose día a día como si no existiera la pandemia, con lo que se está produciendo una auténtica injusticia social. Sin embargo, es plenamente legal porque así se ha dictaminado ejecutivamente a toda prisa, produciéndose una nueva generación de empresas o empresarios llamados zombis. Volvemos a ver que existe legalidad pero es manifiestamente injusta.
En mi vida profesional en los tribunales durante cuarenta años he podido ser testigo, en más ocasiones de las deseadas, de sentencias injustas pero plenamente ajustadas a derecho. Del mismo modo, en la vida diaria existen infinidad de situaciones injustas pero absolutamente legales y, a sensu contrario, legales que son injustas. Podríamos pensar que todo ello es consecuencia de que los seres humanos somos imperfectos pero no es así, por lo menos en este caso. La cruda realidad es que todas esas incongruencias obedecen a intereses del PODER y éste, mal ejercido, es la madre de todas las injusticias y abusos.
LA EQUIDAD
Referente a la equidad, ésta no es más que el equilibrio entre lo bueno y lo malo en circunstancias específicas pero, como hemos visto, los conceptos de bueno y malo dependerán de la zona geográfica en la que habite el grupo, sus costumbres, religión, etc… Por ello, pretender que la justicia sea equitativa de manera global para todos en base a principios universales resulta un ejercicio inútil. Por el contrario, todos los seres humanos deberemos adaptarnos al lugar donde resida el grupo al que queramos integrarnos…, bien definitivamente, bien de manera circunstancial. La equidad se acomoda al lugar, costumbres y legalidad de cada territorio.
LA LIBERTAD
Referente a la libertad en relación a la justicia, solo un apunte. Debéis tener presente que sin libertad no existe la justica, entre otras muchas razones, porque si no somos libres, los distintos condicionamientos del grupo por las razones ya expuestas, harán que nuestras decisiones estén viciadas o movidas por intereses extraños lo que conducirá con seguridad a tomar decisiones injustas de manera que “no puede haber libertad sin justicia como tampoco puede existir justicia sin libertad”.
Cierto que la libertad de uno termina donde comienza la del otro pero esta situación no debe ser utilizada en beneficio de unos pocos y menos en contra de los menos desfavorecidos.
Hablemos de la JUSTICIA INDIVIDUAL.
Aquí es donde realmente podemos llegar a ser plenamente justos aplicando los principios básicos de la justicia toda vez que nadie os podrá impedir salvar una vida, ser libres de pensar, ser solidarios con los más necesitados, aplicar la equidad, la generosidad, el humanismo, la lealtad, la amistad, etc. No tendréis más influencia que la educación recibida en casa y la formación recibida en el centro educativo.
Un ejercicio libre y no menos interesante para intentar ser justo consiste en obligarse a comprender lo que pasa alrededor de cada uno, es decir, estamos obligados –somos seres inteligentes– a comprender al contrario, sea familia, amigo, pareja o trabajo.
Si comprendemos cualquier acto humano, por desagradable que sea este, estaremos preparados para aceptarlo o no de manera consciente. Esa es nuestra libertad, la de aceptar o no.
Estamos obligados a comprender, como mejor mecanismo para ser justos en nuestras actuaciones. Por ejemplo, cuando nos enfadamos con un amigo, familia o pareja si no llegamos a comprender qué ha pasado, difícilmente podremos actuar con justicia. Nuestra actuación será visceral, ilógica, violenta e incomprensible, muy lejos de ser justa.
Finalmente, en un mundo en el que los valores individuales y sociales se están abandonando a marchas forzadas, la única manera de ser feliz es intentar ser justo con uno mismo tanto a nivel individual como social y, si esto último no se consigue plenamente, al menos menos podamos reconfortarnos con nosotros mismos por nuestras acciones individuales.
LA PAZ
Personalmente no entiendo la paz sin violencia. De hecho, esta última es la que realmente da carta de naturaleza a aquella.
Si no existiera la violencia no hablaríamos de paz, sino de bienestar. Quiero decir también que, cuando hablo de violencia no me refiero solo a la violencia física, que también, sino a todo ese conjunto de actuaciones del ser humano que desde el insulto, desprecio, presión, amenazas y un largo etcétera de conductas irreflexivas altera la convivencia del grupo sea este mayor o menor en número.
La violencia es un estado de ánimo contrario a la quietud o tranquilidad en virtud del cual, con o sin razón, pretendemos modificar una situación determinada del contrario sea este amigo, pareja, familia o mundo laboral.
Pongamos un ejemplo: en el universo laboral se consiguen avances a través de la negociación. Sin embargo, todos conocemos que se negocia mejor y más se consigue cuanto más dura sea una huelga con o sin piquetes de los trabajadores. Con ello no quiero decir que el derecho a la huelga no sea un derecho fundamental de los trabajadores, por el contrario es plenamente legítimo y ajustado a derecho.
Los que profesionalmente nos hemos dedicado a negociar durante muchos años dentro y fuera de los Tribunales, sabemos que si te encuentras dentro, cuanto más duro sea el pleito o la negociación, mejores réditos en el resultado final.
La paz per se no existe, hay que conquistarla al igual que la libertad.
La simbología de la paz es diversa pudiendo encontrar desde una paloma blanca con una ramita de olivo en el pico, atribuible al Arca de Noé, hasta un círculo con tres rayas en su interior, cuyo padre es el británico Gerald Holtom, o la grulla del Imperio Japonés…
Tal y como hemos hecho con la justicia abordaré brevemente la paz desde una perspectiva social e individual.
PAZ SOCIAL
Como ya he comentado, el ser humano es gregario por naturaleza, vive en un grupo y en un espacio determinado, lo que implicó necesariamente que, a través de los distintos grupos asentados en un determinado lugar, buscara, bien por sobrevivir, bien por ansias de poder, invadir otros territorios; lo que imperiosamente obligó a comenzar guerras a cada cual más atroz, incluso entre familias enteras, hermanos, vecinos, amigos…, enfrentando culturas, etnias y territorios en función de su situación y riqueza geográfica o por motivos religiosos.
Hoy día se hace lo mismo a través de la comunicación y redes sociales. Al final, todo se concentra en un solo objetivo: conquistar, dominar al ser humano por cuestiones religiosas, económicas o por el simple ejercicio del poder.
Desde la noche de los tiempos, detrás de cada conflicto violento siempre se encuentra el interés económico. Antaño, la religión era la causa, hoy día priman los intereses económicos disfrazados de distintas maneras como la defensa de los derechos humanos, la libertad o la democracia.
Si queremos la paz, trabajemos en el interés de todos y no de unos pocos, es la única manera de sacrificar conscientemente parte de nuestra libertad, consiguiendo así participar en la construcción de la justicia social del grupo, manteniendo la individual, con lo que conseguiremos alcanzar igualmente la paz social e individual.
Si vivimos en grupo, debemos comprender que tenemos que sacrificar o ceder parte de nuestra individualidad a favor del grupo al que pertenecemos, familia, amigos, parejas, trabajo, etc.., solo así conseguiremos la paz intima.
La paz íntima es aquella en la que nadie puede entrar y representa el último reducto donde el individuo se enfrenta consigo mismo y alcanza la armonía. Así pues, la paz es un bien que una vez conquistado habrá que defender con uñas y dientes.
Para terminar, una pequeña reflexión acerca de si la paz es justa o legal. Evidentemente la respuesta es que no siempre la paz se ha alcanzado de manera justa y así lo hemos visto a lo largo de la historia de la humanidad. Sabemos que han existido miles y miles de guerras entre pueblos, incluso entre hermanos y familias que defendían banderas diferentes. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es si obtenida la paz ésta era para todos o solo para el vencedor. Normalmente, siempre ha sido a beneficio de este último con lo que siempre quedaba un poso en el perdedor que, con el tiempo y nuevas generaciones, ha ido creciendo hasta encontrarnos en el momento actual que definiría más que paz como “acomodación”, lo que quiere decir, a mi entender, que volvemos a estar en la cuerda floja, consecuencia de la pérdida de valores humanos tan importantes para mantenernos equilibrados como la lealtad, el honor, la amistad, la solidaridad, el amor, etcétera.
Desprenderse inconscientemente o por intereses individuales de parte o de toda nuestra libertad individual en favor del grupo nos puede conducir a seguir calentando la olla hasta que estalle.
Para que exista paz debe haber libertad, sin ella solo conseguiremos sumisión a la opresión impuesta normalmente a través de la violencia física o psíquica, dejando muy pocas salidas para evitar una nueva explosión violenta.
Por ello, la violencia puede ser legal, por muy dura que resulte esta sentencia.
El artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos de los Derechos de los Pueblos –Argel 4 de Julio de 1.976– literalmente dice: “todos los pueblos cuyos derechos fundamentales sean gravemente ignorados tiene el derecho de hacerlos valer especialmente por lucha política o sindical, e incluso, como última instancia, por el recurso a la fuerza”.
Por si ello no fuera lo suficientemente claro, el artículo 30 de la misma Declaración Universal dice: “El restablecimiento de los derechos fundamentales de un pueblo, cuando son gravemente ignorados es un deber que se impone a todos los miembros de la comunidad internacional”
Si ello es así y la legalidad internacional así lo dispone, ¿por qué existen en la actualidad múltiples dictaduras en el mundo tan crueles y duras como la que sufren los pueblos de Guinea Ecuatorial, anterior provincia española por más de 200 años, que se independizó en 1.968? Si volvéis a leer este escrito, guía de la charla que tuve el honor de mantener con vosotros el pasado día 29 de enero, encontraréis la respuesta.
Vosotros estáis en plena formación académica, probablemente el mejor momento de vuestras vidas, entre otras razones porque podéis ejercer la libertad de pensamiento sin grandes interferencias del grupo. Seguid luchando por defender vuestra libertad individual, no abuséis de la misma, ponerla al servicio de la comunidad con las limitaciones comentadas a sabiendas de lo complejo que resulta integrarse en un mundo global. Estoy seguro de que, si lo conseguís, será la manera de alcanzar el máximo posible en justicia social y paz individual.
Javier Gil de Sagredo Garicano
Asesor jurídico