
El hogar es una paradoja, porque es más grande por dentro que por fuera.
Chesterton, Fancies vs. Fads, 1923
Resulta maravilloso el descubrimiento de la familia –el único lugar en donde te quieren por quien eres, el único lugar donde se desarrolla la libertad–, que se produce al ser concebido. Pero resulta aún más grandioso cuando redescubres su excelencia, junto a su misterio y su profundidad.
El mundo está lleno de lobos, y así será siempre; pero la familia, el hogar del hombre, siempre quedará como cuna de los valientes. Quizá por eso dice Chesterton que los hombre son hombres, pero el Hombre es una mujer. Quizá por eso también, desde la época renacentista, llevan destrozando a la mujer en esta sociedad occidental: odian la familia, porque, en el fondo, odian al hombre y Dios les da asco, e intentan eliminar de él cualquier rastro de libertad.
Es tremenda la inquina con la que atacan la familia desde ciertas instancias como la falsa Ideología de Género, ciertos lobbies heterosexuales y homosexuales, ciertas ideologías políticas, casi todos los medios de comunicación…, incluso desde dentro de la Iglesia de Roma –creando confusión y oscuridad.
Para los que hemos descubierto que somos peregrinos –esos que caminamos por el mundo sabiendo dónde está nuestro hogar y dirigiéndonos a él–, siempre nos ha quedado claro que también tenemos un hogar en nuestro peregrinaje, que se fundamenta en nuestra familia y se extiende por todas las ramas de nuestro corazón –herido o no–, para conformar el carácter propio de la unión en algo más grande que la propia miseria que aparece ante nuestras narices.
Pero a los creadores de inquinas, a los que envidian nuestro trabajo y nuestra fortaleza, a los que les saca de quicio nuestra magnanimidad, que es profundamente provocativa, les repele tanto nuestra alegría que siempre van a intentar maltratarnos con sus estulticias para intentar destruir nuestra esperanza…: pobrecillos, hay gente a la que es mejor ni hablarles, no vaya a ser que aprendan algo.
Parece como si fuera verdad el mito de Pandora, y todas las maldades campen a sus anchas por este mundo intentando anular a los hombres, y con ellos cualquier rastro de Dios en él. Sin embargo, nunca deberíamos haber olvidado que una vez abierta la Caja de Pandora, una vez hubieron escapado todas las maldades posibles, cuando parecía que nada ya tendría remedio salió una última cosa de la caja, algo tan pequeño e insignificante que todos los desgraciados juntos ni siquiera dieron importancia: la esperanza.
¿Qué hacer cuando los desalmados intentan destruir, aniquilar o corromper nuestra esperanza? ¿Cómo lo hacen?