human standing beside crucifix statue on mountain

La luz del Mundo

Los hombres siguen proponiéndonos recetas mágicas para sanar este Universo, para sanar nuestra enorme necesidad de ser, para sanar nuestra naturaleza herida… Religiones, ideologías, realidades y fantasías varias…, pero sobre todo, existe -desde siempre- un grupo de hombres cuya receta pasa por eliminar al resto -o a casi todo el resto, pues necesitan esclavos-; principalmente eliminan a los más débiles, a los que ellos consideran inútiles.

Este grupo de impresentables se dedica de lleno al maltrato moral, dictaminando el mal y el bien según ellos, confundiendo a la sociedad, manipulándola…, para llegar a definir al hombre a su imagen y semejanza. En fin, buscan la aniquilación del hombre y el surgimiento del super hombre, como en los sueños más guarros de Nietzsche.

Y su problema siempre es el mismo: el hombre ya era cuando ellos fueron, el hombre ya tiene un creador y -desde Cristo- un padre. El hombre ya fue pensado, ya fue creado, ya es así. Y lo único que hace falta es descubrirlo, para poder aceptarlo; o, como dijo san Agustín, conócete, acéptate, supérate. Por mucho sentimentalismo que le pongan a la realidad que quieren para el hombre, por muchos cantantes que les bailen el agua, por muchas series, películas o shows que se inventen y apadrinen sus doctrinas geniales, jamás serán luz en las tinieblas, sólo serán las tinieblas mismas. La luz está en otra parte.

Lo que el hombre es y puede llegar a ser se reveló en Jesús de Nazaret, y se revela a través de los nazarenos. La revelación sigue viva, por mucho que quieran eliminarla desde fuera y desde dentro. La comunidad, la común unión en el bien, continúa su peregrinación a Dios, continúa iluminando todas las realidades humanas, continúa descubriéndonos el misterio del hombre: varón y mujer los creó para que continuaran su creación con Él. Los lobbies planifican sus agendas para deshumanizar al hombre y así arreglarlo, pero sólo Dios lleva en sí la sanación: sólo Él es el que salva.

Los que piensan que pueden reinventarse, convertirse en algo ajeno a su propia naturaleza, simplemente porque son libres, no saben lo que hacen, pues no saben lo que deshacen. Sin embargo, aún hay esperanza para el mundo, aún quedan nazarenos, que portan en sí la luz de Jesús: el que salva.

El verdadero seguidor de Cristo –y por lo tanto, cristiano– respeta a las personas sin olvidar la justicia, nunca juzga más allá de las bienaventuranzas y actúa según las obras de misericordia, se sabe tan débil que se pega a Dios para que le llene de Amor y le ayude a compartirlo a raudales…; pero, sobre todo, el verdadero seguidor de Cristo es aquel que se cree llamado o capaz de aspirar a lo extraordinario y se hace digno de ello, es en cierto modo caprichoso; no se deja distraer por cualquier cosa, sino que se dedica únicamente a lo grande, que es lo que él le va; tiene sobre todo una sensibilidad despierta para ver donde está el honor; no se inmuta por una deshonra injusta, la considera sencillamente indigna de su atención; acostumbra a mirar con desprecio a los seres de ánimo mezquino; y nunca es capaz de considerar que exista alguien tan alto que sea merecedor de que, por miramiento a él, se cometa algo deshonesto. 

Características del cristiano son la sinceridad y la honradez. Nada le es tan ajeno como callar la verdad por miedo. Evita como la peste, la adulación y las posturas retorcidas. No se queja, pues su corazón no permite que se le asedie con un mal externo cualquiera. Ser seguidor de Cristo implica una fuerte e inquebrantable esperanza, una confianza casi provocativa y la calma perfecta de un corazón sin miedo. No se deja rendir por la confusión cuando ésta ronda el espíritu, ni se esclaviza ante nadie, y sobre todo no se doblega ante el destino: únicamente es siervo de Dios.

En estos tiempos donde a la Verdad se la tiñe con tantos tintes grises recomiendo el libro “Las virtudes fundamentales” de Josef Piepper, una auténtica joya.

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