Ayer, cuando dormía, el viento se secó y supe de ti… Aunque no sé qué noche fría y que luz te mató y te alejó de mí. Y al ver que no volvías, hoy dejé de sentir: no es tontería saber que a veces no es posible vivir.

Ayer, en el silencio del agua, me entregué aún más a ti: ya ves, niña del viento, las cosas que hacemos al morir. Y al ver que no volvías, hoy dejé de sentir: no es tontería saber que a veces no es posible vivir.

Ayer me fui contigo: Morfeo quiso coserme a tu voz. Viajé por mil caminos de luz, de piel, de locura y pasión. Ayer fuimos amigos allí donde no hace falta pedir perdón: lo sé, alguien lo dijo, quien no amó así una vez nunca vivió. Y al ver que no volvías, hoy dejé de sentir: no es tontería saber que a veces no es posible vivir, que a veces sólo nos queda morir.

Todo el rencor que llevamos dentro, todo el dolor…, y todas las raíces enfermas nos hacen llegar sólo a un lugar. Quizá creas que has encontrado algo, quizá pienses que has llegado al comienzo de tu Vida…, si es así… enhorabuena: ya has comenzado a mentirte.

Hay tanto que ver, tanto que querer. Alguna vez hemos de decir sí a lo que somos, a quienes somos. Y eso cuesta, nos da miedo, nos atemoriza. Pero si alguna vez nos decidimos a dar ese paso las consecuencias pueden ser inabarcables, absolutamente enormes…: para bien o para mal.

Hoy, en esta tarde de primavera, ha llegado ese momento. Y es posible que nadie vuelva a oír hablar de nosotros como antes. Es posible que escandalicemos a muchos, pero la decisión es clara: no nos tumbarán, podrán arrancarnos la vida pero no conseguirán destrozarnos el primordial y radical derecho a la autodeterminación: seremos aquello que queramos ser, seremos lo que un día soñamos…

En esta seca tierra no queda lugar para algunos, para aquellos que decidimos hace mucho tiempo ser libres. Esta seca tierra está necesitada de lágrimas, de abrazos y de una inmensidad de actos independientes que no busquen reconocimiento ni fama ni fasto ni oropel. Por mi parte he decidido mandarles a tomar por el culo.

Después, cuando las arenas del tiempo hayan consumido lo poco que queda de piel, seremos un color, un sabor o una canción donde los demás se acunen, para poder dormir tranquilos en un mundo lleno de odio. Aunque quizá nadie nos recuerde: entonces podremos dormir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *