human standing beside crucifix statue on mountain

La gente de mundo ignora completamente aún lo que es el mundo, y todo lo reduce a unas cuantas máximas cínicas que ni siquiera son verdaderas.

La poesía es saludable porque flota holgadamente sobre un mar infinito; mientras que la razón, tratando de cruzar ese mar, lo hace finito; y el resultado es el agotamiento mental. Aceptarlo todo es un ejercicio, y robustece; entenderlo todo es una coerción, y fatiga.

El misticismo es el secreto de la cordura. Mientras haya misterio habrá salud; destruir el misterio y ver nacer las tentaciones morbosas…, todo es uno.

Chesterton.

Una de las cosas con las que más he aprendido el oficio de pensar –y de expresar lo pensado– es el arte de la contestación. Me encanta leer y releer las contestaciones que Chesterton, por ejemplo, les daba a algunos escritores, pensadores, profesores, políticos, etc., en las columnas que escribía. El problema es que yo no soy tan inglés, de hecho ni siquiera soy inglés, por lo que mis contestaciones harán, me temo, daño a los aludidos. Y no un daño físico, sino más bien moral: cada día me encuentro con más personas en este Mundo que piensan con las partes menos indicadas de su anatomía…, incluso, supongo, que les pagan por ello: bonita forma de ganarse la ida.

Pulula una revista por la Red a la que llaman Vida Nueva y, como todas las cosas que no tienen mucho sentido, continúan un día tras otro hasta rozar lo kafkiano. Creo que sería más interesante y correspondería más a la verdad si la llamaran Vida Avinagrada, VIAVI. No nos hace ningún bien la estupidez o la estulticia. Y según dicen ellos son una revista que boga mar adentro ofreciendo una palabra oportuna, veraz, profesional, conciliadora y siempre alentadora. Pues menos mal, que si no se habrían cargado ya todas las raíces católicas, e, incluso, al mismo Cristo, a lo Nestorio…., y dentro de poco a lo Pelagio, algo así como ya hicieron en Asia en el Siglo VI, que, siguiendo estos ejemplos, dieron lugar al Islam, que al fin y al cabo no es otra cosa más que una herejía del Judaísmo con semillas cristianas alteradas y puestas en desorden.

Esta vez ha caído en mis manos el siguiente artículo:http://www.vidanueva.es/2015/06/26/habra-en-la-iglesia-alguien-que-se-atreva-pablo-dors-sacerdote-y-escritor/.  Y es el que voy a analizar en estas líneas, simplemente, para dar un poco de estopa a esos librepensadores –tienen de libres lo que yo te diga– que se dedican a minar la fe de la buenas personas, sean o no católicas, pertenezcan o no a la Iglesia de Roma.

En ese artículo, al escritor y sacerdote –toma mezcla: hasta ahora había pensado que el sacerdocio es una vocación, no una profesión; pero, claro, después de lo que se cuenta en esas líneas no me extraña la comparación– que asume su autoría, le ha dado por mezclar el sincretismo, la tradición, la renovación y alguna que otra ligereza más. Y nos plantea un cuadro en el cual, como, según dice, nadie entiende ya casi nada –principalmente de lo que se refiere a la Iglesia de Roma– lo que deberíamos hacer es encontrar nuevos profetas para que empiecen a explicar de nuevo toda esa tradición religiosa y humanista y, así, todos los pueblos de la tierra vean lo universal de su mensaje y se conviertan…, o al menos, sean mejores… ¡Qué mal ha hecho a la Iglesia el tema del buenismo, el mal menor y la aldea global! Y qué lástima dan estos seres que sólo buscan la salvación universal… a través de sus palabras.

Aunque los lectores de ese libro sean cada uno de su padre y de su madre, quisiera dejar por escrito algunas notas sobre la veracidad de ciertas afirmaciones…, aunque sólo sea para respetar la fe de millones de personas que han regado nuestras tierras con su sangre y que, gracias a ellos, aún podemos seguir diciendo Amén, pues ellos nos han dejado la herencia del Amor.

Una de las cosas importantes que deberíamos saber, sobre todo los que se llaman a sí mismos sacerdotes, es que en la Iglesia de Roma, es decir, la Católica –la Universal, no porque vaya a llegar a todos, sino porque es la válida para todos y durará eternamente, que eso es lo que profesa su Fe–, no existe la magia tal y como el autor del artículo intenta convencernos, y mucho menos vinculada a los sacramentos.

Lo que deberían entender algunos progres que comparan la Misa con un teatro absurdo, o los sacramentos con magia blanca…, es que todo está descubierto, y ya existieron esos mismos progres en todas las edades de la historia de la Iglesia. De hecho, la Iglesia debe de estar curada ya de espanto.

Frases como “un signo si no se entiende no significa nada”, o “un sacramento que no se entienda no sacramentaliza nada”, quedan bonitas, pero no son ciertas, y, además, asumen que todo el mundo es tonto.

Por suerte o por desgracia, los signos significan lo que significan desde que algunos llegaron a ese consenso, los demás deberíamos investigar para descubrirlo; y seguirán significando eso mientras que, en este caso, el magisterio no cambie…, y el Magisterio de la Iglesia no cambiará a no ser que quiera dejar de ser la Iglesia de Cristo para pasar a ser, por ejemplo, la Iglesia Bienhechora de los Tiempos Presentes y el Agua que renueva. Y ésta es la Fe de lo Católicos, por eso molesta tanto a tantos.

Lo bueno de llevar más de dos mil años en pie es que todo se sabe. De hecho, si uno lee con los ojos de la Fe –y a veces sin ellos– los cuatro evangelios canónicos –es decir, los que hacen Magisterio– se descubre cómo Jesús de Nazaret, el Cristo, funda cada uno de los sacramentos, utilizando signos sensibles y les atribuye la característica de transmitir la gracia –que no es otra cosa que el Espíritu Santo– a través de ellos. Y así lo hizo, primero, porque le dio la real gana –que suele ser algo muy interesante casi siempre–, segundo porque el ser humano necesita tocar, y tercero, porque le debían enamorar las cosas sencillas: son los pequeños actos de amor los que mantienen el mal a raya en este Mundo.

El más increíble de todos es el Sacramento de la Eucaristía –por cierto, los sacramentos no sacramentalizan, sino que sacralizan, es decir, nos vuelven sagrados: divinizan, nos hacen hijos en el Hijo, esa es la Fe de los Católicos… por eso molestan tanto–. La Eucaristía es la raíz de su Vida, y, por el mismo hecho de ser dogma, ningún católico que se precie ha entendido nunca nada de esto. Que Dios se haga hombre ya es increíble…, pero que después convierta el pan en Él sin que pierda la apariencia de pan…, y lo mismo con el vino… –y además vino, ¡qué políticamente incorrecto!, que dirían algunos fanáticos de la Tierra.

Un signo siempre significa, aunque tú no lo entiendas, y si pertenece a la DGT y te lo saltas te multan, y vete luego a decir que no sabías. Y un sacramento sacraliza, diviniza siempre, aunque tú ni te enteres de la Misa a la media. Si fuese como dice nuestro buen amigo articulista, él no sería sacerdote, de hecho, pero lo será de aquí a la eternidad, mal que le pese –o esta es la Fe de los Católicos–. Y esto tampoco es difícil de explicar siempre que se tenga fe, claro: es Cristo quien comunica el Espíritu a través de esos signos, y no creo que sean los hombres los que vayan ahora a ponerle frenos al Amor de Dios. Que además se comunica a través de otras cosas… pues claro; que lo primero a través de lo que Dios se da es el hombre, indudablemente –el hombre es un don que Dios da para darse–, pero lo cortés nunca ha quitado lo valiente.

Por otro lado, frases del calibre “comemos Pan para ser pan”, “bebemos vino para ser Vino”, “decimos que Dios está en todas partes pero le metemos en una caja”, “¿te imaginas a los apóstoles arrodillándose ante el Pan o recogiendo las miguitas?”. Sinceramente, para echarle de comer a parte.

Los católicos, que yo sepa, nunca han comido Pan para ser pan ni han bebido vino para ser vino, es decir, para ser vida. No, mira, las personas que comulgan –cuando pueden, claro, que no siempre es fácil– lo hacen para recibir al Amor de sus Amores, para que les mejore y les divinice… O lo hacen porque alguien les ha dicho que eso es lo más cerca que van a estar del Cielo en toda su vida. O porque lo hacían sus padres y abuelos y saben que les deja el alma llena de esperanza. No lo hacen, en el mejor de los casos, para ser vida sino para que les den la Vida, a ellos, que caminan hacia la muerte. A ver si algunos pastores de la Iglesia de Roma se apean ya de esa esfera de guiñoles en la que moran y empiezan a entender que están aquí para tres cosas muy concretas –y una es transmitir a Dios a través de los sacramentos.

La Iglesia de Roma afirma que Dios está en todas partes sí, pero no de la forma panteísta que aparece en este artículo, que tiene más de los Upanisads que de la Iglesia, sino de una forma misteriosa que no llegamos a entender –Dios es más íntimo a las cosas que las cosas mismas, lo cual es normal: Él las ha creado–, sin embargo, la Iglesia ha creído a Jesús cuando le ha revelado que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un sólo Dios. La Iglesia ha creído que Dios es un ser personal y que la vida intratrinitaria así lo es también, por lo que sabe que para ser mejores hemos de llegar a ese trato personal con Él. Si Cristo ha querido quedarse bajo las apariencias de pan y vino… ¿que hay de malo en adecuarle un hogar para que la comunidad, la ekklesía, la Iglesia pueda tratarle de una forma personal tocándole? Así es como yo trato a los de mi familia, y no mirando las puñeteras nubes del cielo o la nieve que ribetea las montañas… por mucho que digan que son hermanas mías.

Y sí, yo me imagino a los Apóstoles arrodillándose ante Cristo, Rey de Reyes, y no ante un pedazo de pan o de vino… Y sí, yo me imagino a los Apóstoles recogiendo a Cristo del suelo cuando ha caído, como el Cireneo…, porque cada una de esas migas es Cristo. Simplemente lo entiendo no sólo como actos de Fe, que lo son, sino como actos de Amor y de Esperanza: ojalá los hombres nos arrodilláramos ante la vida sagrada, única y necesaria de los demás hombres, ojalá miráramos el suelo para ayudar a nuestros hermanos caídos.

Al final del artículo lanza el escritor la siguiente pregunta ¿habrá alguien que se atreva? Le respondo: todos los que han dado su vida por llevar a Cristo en sus corazones, todos los bautizados que han puesto su luz para que cesen las tinieblas, todos los matrimonios que han sido transmisores de la vida, de la Fe y del Amor, todos los católicos que se arrepienten y se confiesan de sus pecados ante Dios y ante los hombres delante de un ministro, el mismo Cristo en todas las manifestaciones milagrosas eucarísticas…; y algunos sacerdotes que se tomaron su vocación en serio y aprendieron a pedir a Dios y a su Madre, el arte de la palabra, la sensatez del abrazo y la humildad de la mirada… Esos sacerdotes que antes o después consideraron que merecía la pena traer a Cristo y ponerlo en medio de todos para que así reine en todos esos corazones.

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